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El profesor Santiago Grisolía, en la última entrevista que concedió antes de su fallecimiento este jueves, dejó un mensaje para los científicos que inician ahora su carrera y los futuros investigadores.
Les pidió “seguir promocionando la ciencia en Valencia, que trabajen duro” y aseguró “que la ciencia los recompensará muy bien, porque en España no hay mucho interés en ciencia, no ha habido nunca, ahora empieza” y Grisolía deseó “que siga avanzando como lo está haciendo”.
Son las palabras con las que el bioquímico, entregado a la investigación y a la divulgación, cerró la última entrevista que concedió en vida, facilitada este jueves por la Fundación Jaume I que presidía. En ella, repasa sus inicios, sus investigaciones en Estados Unidos, su posterior regreso a la Comunitat y su labor divulgadora a través de la Fundación Valenciana de Estudios Avanzados y de los premios. También ofrece una mirada personal a su ya conocida trayectoria.
Grisolía, que ha muerto en la madrugada de este jueves a los 99 años, recordaba por ejemplo sus tiempos de ayudante en un hospital durante la Guerra Civil, o cómo cambió de vocación: “Yo quería ser marino porque me gustaban el uniforme blanco, a mí me ha gustado siempre el blanco. Pero mi madre no estaba de acuerdo y me dijo que por qué no me hacía médico, que también llevaban uniforme blanco. Entonces dije ‘bueno, pues me hago médico'”.
Tras estudiar en Madrid y València, marchó a Estados Unidos a trabajar con Severo Ochoa, a quien le unió una fuerte amistad desde 1946, y volvió a España solo a presentar su tesis: “Me fui enseguida otra vez a Estados Unidos, sencillamente porque no había un desarrollo científico bueno”, explica, y recuerda las recomendaciones de su mentor José García Blanco, catedrático de Fisiología. “Me dijo que no había sitio para mí en España, ‘vuélvase, y me volví a Estados Unidos con Ochoa”.
En EEUU se inició en el mundo de la enzimología, participó en varios trabajos con el después Premio Nobel español y más tarde se unió al equipo de investigadores liderado por el profesor Earl Evans, del que formaba parte la doctora Birgit Venessland con la que consiguió demostrar, por primera vez y utilizando el carbono 14, la fijación del dióxido de carbono (CO2) en animales.
En su entrevista, Grisolía recuerda que “había muy pocas mujeres encontes que hicieran ciencia y medicina. Birgit Venessland era de las pocas”. También habla de la profesora asistente de la Facultad de Medicina en Madison, Frances Thompson, con la que se casó y tuco dos hijos. “Mi mujer por entonces era estudiante, era muy joven, y me pareció buena idea conocerla mejor, y fui a hacerlo y le propuse que en vez de únicamente trabajar en el labaratorio, podíamos casarnos y así estaríamos juntos más tiempo. Y ella lo pensó, no mucho, y nos casamos”.
Su carrera le llevó a distintos puntos de la geografía estadounidense y universidades, donde se convirtió en una figura científica en el primer plano internacional. Trabajó en el campo de las reacciones enzimáticas de la urea, una de las sustancias fundamentales que componen la orina, e hizo aportaciones fundamentales para el conocimiento de su biosíntesis. De sus experimentos nacieron técnicas fundamentales para la biología, ya que con la biosíntesis de la citrulina se demostró por primera vez, que el ATP podía emplearse directamente para sintetizar otro aminoácido.
Santiago Grisolía se sincera: “También me hubiera gustado, porque yo me voy haciendo muy mayor, (investigar) el envejecimiento, porque todavía hay muchos aspectos que son desconocidos y hay gente que vive muchos años y gente que no, eso depende de características individuales y también del medio ambiente”.
También habla durante la entrevista de sus esfuerzos por promocionar la ciencia una vez de vuelta en España, a través por ejemplo de los Premios Jaume I y reuniendo a científicos internacionales de primer orden en València.
“Yo creo que un premio Nobel conlleva mucha atracción a nivel mundial y, por lo tanto, nos pareció muy interesante la posibilidad de que tuviésemos aquí en Valencia alguna reunión con premios Nobel. incluso invitamos a don Severo, que vino y nos ayudó. Así nació el primer premio, que fue de investigación básica”.
El profesor Grisolía lamenta que “desgraciadamente nunca habíamos tenido interés en la ciencia en España”. Por ello, se puso manos a la obra. “La categoría de un premio depende no solamente de los premiados, pero fundamentalmente de los jurados que componen esos premios y, por lo tanto, yo tenía bastantes amigos en Estados Unidos, Hablé con ellos y los convencí para que empezaran a venir a formar parte de los jurados”.
En 34 años, los Premios Jaime I han reconocido a 170 científicos y emprendedores, han destinado más de 12 millones de euros en premios y tienen a más de 400 personalidades en sus jurados, entre ellos, 65 Premios Nobel.
Escrito por Adm-TRD
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