Los violinistas del Titanic

Por Francisco Carrera

Algunos partidos no se dan cuenta de que el barco se hunde sin remedio, a pesar de que la música siga sonando en la cubierta del Transatlántico.

No lo estamos, pero todo el mundo parece que estuviera disimulando para que parezca que sí. Y es que la campaña electoral, precampaña, o como quieran llamarla ha empezado claramente ya, con unos, Compromís y Unidas Podemos lanzando su programa, -lo de la tasa turística no es una negociación de presupuestos, sino un órdago para tener excusa y romper un pacto-, otros, los socialistas, que se niegan en rotundo a tomar una medida tan impopular para ellos como esa y los terceros, los populares, que presentan, su programa en materia fiscal, MADE IN MADRID, a imagen y semejanza de Isabel Díaz Ayuso, corregido, aumentado y como se suele decir, ‘a la valenciana’, ya se sabe, con un poquito de azafrán, horchata y fartons incluidos.. 

Los partidos se preparan

Lo cierto es que los partidos están preparando las vueltas de calentamiento para ese pit lane en el que sin hacer demasiado ruido, pero con el pico y pala del trabajo diario también se sitúan dos formaciones: por un lado Vox, a la cual, y según las encuestas de momento no le hacen falta fuegos artificiales para subir en intención de voto, y por otro Ciudadanos, que está luchando con uñas y dientes para llegar al mínimo porcentaje en la Comunidad que le permita conservar los escaños que actualmente tiene en las Cortes regionales. 

Elecciones anticipadas

El caso es que todos saben que ya es un hecho evidente que antes o después Ximo Puig hará un anuncio que aunque no quiere, le están forzando a hacer. La estrategia de sus compañeros de Botánico es ponerle en una situación tan comprometida en la que si dice sí a lo de la tasa turística queda mal, y si dice no, también. Pero ojo, que él ha dicho que hay que hablarlo, pero por boca de su gente ya se ha negado en rotundo. 

La imagen de final de un ciclo se asemeja francamente a la del Titanic, en la que, unos y otros están intentando aferrarse a los pocos botes salvavidas que están en el barco, y que no van a ser suficientes para todos. Mientras, algunos, como en el mítico transatlántico, juegan el papel de los violinistas y siguen tocando hasta que el buque se hunda sin darse cuenta de que ha llegado el fin.